Miklós Jancsó
es un creador,
un hombre sin tierra
un pariente, un hombre de mundo
un hombre en quién
me puedo reconocer
y dar gracias por su existencia
estaba esperando que él viviera
antes de que yo nazca,
mi espera dura tanto como la de él
también necesitó que otros hombres
que destinados a crear hombres
aprendan un mensaje
que en el transcurrir se va aclarando
no es ahora muy difícil
entender las ceremonias
que incluyen bendiciones
humos e inciensos, vestimentas
escogidas, coloridas
gendarmes y fusiles aptos
esos manjares se presentan
como título y reaseguro de propiedad
el destinado ha llenado de estacas
ha bendecido ese valle sin lágrimas
y los caídos, no temieron y si lo hicieron
lo hicieron con el mismo temor que es ancestral
el temor a ser otra vez niños en el momento del valor
nadíe podía dejar de sentir ese temor;
excepto los fusiles que son inermes
o los humos del incienso
que no pudieron cubrir las apariencias
ni la voz que decía: Ya se, ustedes tienen ordenes
y cuando tienen ordenes, no pueden perdonar
a nadie. Ni siquiera a ustedes mismos.
pero la tierra como la vida es un trabajo
que no tiene dueños sino cipayos, resguardos
totalmente honestos e higiénicos
duchos en la materia de no entender
que si dios existe, es una exigencia
que tampoco tiene dueño.