José Peroni

Nací de padres italianos, y la mitología de los nacimientos dice que quién nace de padres dispares, Norte y Sur, son de temer. Si me preguntás creo que es cierto, se lo emparienta con Fausto. En mi caso prefiero el de Estaninlao del Campo, y si me preguntás que quisiera, me gustaría como me pasó siendo taxista que un tipo me recitara en la Boca y sin que se lo pidiera, versos de Anastasio el poyo. Fue un momento inefable, hubo varios pero son más complejos. En este caso me ocurrió (vaya vanidad)

Lo que esperaba. Viví en un lugar en que las calles, y estaba muy dispuesto a las palabras, se llamaban Tafí, Tuyutí, Caaguazú, Martiniano Leguizamón. Deseé mucho ser pariente de una nodriza mestiza que amamantaba sin tiempo ni horario a las hijas

E hijos de madres sin leche. Mis deseos y mis astucias me llevaron a entender que quería. La palabra que me expresara. Esto es mentira yo quería encontrar una voz que explique lo que sucedía en los trenes que partían para mí desde Liniers. Aunque no tenía nada que ver con Caaguazú, compartí esas asechanzas. Disparé después, sufrí mucho, la guerra mundial, esta también, pero intuía un sufrimiento y una tristeza en todos los seres,

Que por más que me explicaran que la guerra no ocurría en Argentina. La tristeza de los otros y yo eran una misma cosa. Era en realidad mi propia tristeza. Cuando empecé a escribir, tarea no remunerada, pero reparadora, explicadora de casi todo el saber de los seres. Hay otro premio mejor?. La disyuntiva y para hacerla corta, me la planteó Pavese,

Él no era un inspirado, o de otra manera era un inspirado, un ser extasiado de la vida

Que creía en valores (silencios y palabras que en cuanto ritmo, pensamiento, cadencia y música no deben de dejar de ser cotidianas y verdad, él lo planteó. Después eligió como un sarcasmo el símbolo. Antes dijo que poesía y ciencia no debían descartarse). Me adhiero, creo que vale más, un buen dato, un dato que venga de la boca del matungo,

Que cualquier otro saber. Esto me explica, lo demás sería una novela, y hay poco tiempo para el que difunde. Mi límite esta delante pero en alguna estación hay que bajar. Publicaciones diversas, pero creo que la más importante fue con Miguel Grimberg, Con mucho miedo y en la dictadura donde nadie publicaba nada, nosotros hicimos ediciones con el nombre de Sunda-Eco Contemporáneo.

Parientes; Nestor Sanchez, Gianni Siccardi, Martín Micharvegas, Horacio Pilar, Edgar Bayley, y los nietos que escribirán poemas que dejen de ser literatura.

Paisaje de Ernestina

Muchos años, poca nobleza y ceremonias

Hasta llegar a alguna certeza,

Que no explica, pero sí resuelve, emparienta

Y el tiempo gira. Y no hace, entonces, mucho

Que probé el vino de miel, la sandía amarilla

En su interior. Fueron días remotos y presentes,

Sin más hoy, hace horas. Hablamos del poema

de Pavese "Los mares del Sud". Hace poco también.

Días, hablé de ese poema con otro ser, cercano,

El entramado, las experiencias, se van resolviendo

En cuanto uno pierde el control, certero, que se encuadra

En el deber; no es tampoco goce, pero sí descubrimiento

Extasis, que pasará a madurar, un orgasmo final.

El tiempo que es todos los tiempos, tiene llamadas,

Puertas que se solucionan, se abren siempre

Que no haya desconfianza, ni lugar que se pase letra

De cómo es la vida. Un graffitti, lo resuelve mejor

Con más claridad que yo: esto no es un ensayo general,

Es la vida. Los ensayos, los pase de letra, siempre terminan

Sin sorpresas, razonados, sin encuentros, sin disputas.

Pero en esto de inventar la lengua, que no es otra cosa

Que retrotraerse, en cuanto traslado, que nos lleva

Por presencia o nombre al lugar de referencia.

En este caso el poema "Los mares del Sud", fue el gatillo

Donde se disparó, el olor a pólvora, laurel quemado,

Acertijo detenido, gozado como un bien más de la identidad.

En días había hablado de que ese poema, para mí se emparentaba

Con el hombre andino, con el hombre del Piamonte. Cercanías

Que sólo ejerce la poesía, o los sentidos sin dueño, sin parcelas.

Parientes del olor, del paisaje que alguien lo desmembra,

De una geografía, que señalada como educación, esos montes

Esos bosques, esos pájaros, como dueños sin títulos de propiedad,

E hilaridad de cómo se explica la historia, de un país y sus consecuencias,

Donde el bien empírico, no ilustrado, nos da lugar al viaje,

Al lugar de la identidad. Toda ficción no lo es, a lo sumo

Es una parodia de la realidad, a la cual no debemos emparentarnos,

Pero cercano a ella, está el narrador, el que nombra la ficción.

Y es probable que no nos sirva para vivir esa ficción,

Pero en esa ficción, como ejemplo se me ocurre,

Los sentidos que se desparraman sin quebrar el entramado,

Y en su velocidad, se asocian, crean nuevas postas,

O equívocos, conductas del que narra y los suspensos

Del lector, que deja para otro día. Lectura que no se

Suspende, sino que crea nuevas opciones, y cuando retomemos

La realidad no es la misma. Nosotros no somos los mismos.

Pero alguna palabra nos tocará el lugar impensado,

Algún objeto, aunque generoso en su exigüidad,

Nos ha señalado, nos ha dado, en pasaje al encuentro.

Muchos años, el lugar donde sentía, atracciones

Y rechazos se situaban en el plexo solar. No tenía

Una explicación, hasta que Thomás Mann, me habló

Que era el lugar de registro, del sentir del cuerpo,

O de otra manera el lugar donde se siente con el cuerpo.

Entendido esto y en una instancia mayor, alguien

Fuera de la literatura me lo señaló con vehemencia,

Con un dedo, como el sitio de la verdad, la referencia

Donde el tiempo gira y viaja sin perder identidad, el paisaje

El territorio, sigue siendo el mismo, hasta que uno lo cambia

Por una palabra, que ha resonado, casi siempre de otros reflejos,

De persistencias que tiene culminación, y que no pueden ser cuestionadas.

Esa verdad, el vino de miel, la sandía amarilla. El paisaje andino,

El Piamonte y los vikingos porque no?, agreguemos los egipcios,

El alimento de todo transcurrir, las mismas bebidas que los hombres

Ahora resina o vino, chicha, aunque no esté en todos esos lugares,

Puedo nombrarlos y recordar al compañero de mi edad

Que en Ernestina, a tres kilómetros de distancia me señalaba

La identidad del que venía a caballo. También, como recienvenido,

En la cosecha del girasol, las hormigas rojas, se ensañaban

Sólo conmigo, sólo las abejas me picaban a mí. Extraño de ese paisaje,

Mi peaje transitorio ha dejado de ser una sombra. Mi hijo me invitó

A tomar, en la proximidad, el hidromiel. Un pariente más.

Solo me falta para recobrarme aún más, rejuvenecerme.

Recortar, con un goce que ya está en mí, una feta gorda de sandía amarilla.

Después les cuento.

por Sebastián Peroni